OPINION

Emprendedores: Productos de la crisis

De: Vanesa Biasoli

Argentina es uno de los países con mayor iniciativa productiva e innovadora. Pero la crisis económica mundial y local afecta indiscutiblemente el número de emprendedores que, a la fuerza, deben enfrentarse con una nueva realidad que los desorienta. Despidos y reducciones salariales son los principales motivos que llevan a la necesidad de pensar en un nuevo negocio rentable para poder sobrevivir.
Según la investigación del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) 2008, Argentina quedó ubicada como el país más emprendedor de los miembros del G-20, seguido por México y Brasil. A nivel local, la encuesta (fueron más de 2.000 casos) fue efectuada por el Instituto Argentino de la Empresa (IAE).
Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE, explicó que el repunte emprendedor no era necesariamente una buena noticia. Según los resultados a nivel mundial, la tasa de emprendimientos individuales era más alta en los países cuyos ingresos por habitante eran menores, como en américa latina y el sudeste asiático.
También la investigación del GEM destacó como fortalezas de Argentina la apertura del mercado, las normas sociales y culturales, los recursos naturales y el nivel de educación. Según su punto de vista, las asignaturas pendientes son las normas laborales poco flexibles y el bajo nivel de desarrollo de los mercados financieros.
Según Carbonell es necesario identificar la existencia de dos tipos de emprendedores: los que obran "por necesidad" y los que lo hacen en función de la oportunidad. Los primeros responden a situaciones de desempleo o inestabilidad ocupacional; los segundos no obran con la urgencia de subsistir como los anteriores, sino que elaboran su iniciativa con tiempo y mayor calidad, lo que les hace más viable el logro de créditos.

Asimismo, puede afirmarse que, cuando la mayoría de los emprendedores obra por necesidad, eso expresa un malestar de la economía del país; en cambio, cuando predominan los que emprenden según la oportunidad expresan un estado de bienestar económico general. Pero también se debe abordar otro punto importante que es el componente de orden psicológico. Se trata de la incidencia del temor, factor que nunca está ausente, pero que ahora ha crecido. En efecto, el miedo a fracasar en un emprendimiento es estimulado por la incertidumbre que implica mayor exposición a los riesgos y oscurece la percepción de los aspectos favorables.
Cuesta creer que la decisión de emprender sea guiada por una necesidad y no por un gusto personal, y que cada vez sean menos las personas que emprenden por interés propio porque no disponen de las herramientas para hacerlo. Que el país excluya a miles de personas que deben pensar de manera obligada una salida, la cual desconocen, también significa un “olvido” o desinterés por parte de las autoridades que lo gobiernan.
Desde esta perspectiva es inminente reconocer que los emprendedores también reclaman, del poder político, decisiones positivas fundadas en la realidad, que disipen los temores y alienten proyectos productivos.
De no obtener, por parte del gobierno, una ayuda que demuestre que los emprendedores también tienen derecho a crecer y a posicionarse en un nuevo mercado que crece día a día y que muchos no quieren ver, se va a continuar gestando un recelo, que lejos de tratarse de un malestar momentáneo, profundizará las grietas que se vienen agudizando desde la crisis del 2001.
Será necesario entonces, que los emprendedores luchen por su espacio en la sociedad buscando las herramientas que le permitan su posterior desarrollo. Pero ésta acción deberá estar guiada por una nueva iniciativa del gobierno que acompañe el desarrollo, lo incentive y le brinde los recursos suficientes para que el crecimiento sea innegable.